Hay noticias sobre las que nunca querría escribir. Son temas tristes. Pero por otro lado, también considero que es bueno que todos conozcamos que hay gente sin escrúpulos, de mente obtusa, que siembra el odio a diestro y siniestro quizás para sentirse mejor, o para tapar algún secreto oculto del que se avengüenza.
Este es el caso de un pastor estadounidense, que decidido a salvar el mundo, ha lanzado a los cuatro vientos su proclama: Encerrad a los gays, y dejad que se mueran… Las salvajes e incompresibles recomendaciones las realizó el pastor Charles Worley en una iglesia bautista de Maiden, en Carolina del Norte.
Un estado que acaba de prohibir en referéndum la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Por lo visto, su triunfo en las urnas ha desatado la euforia en este pastor, llevándolo a pedir que lesbianas y homosexuales sean agrupados en campos electrificados para que no puedan salir.
En un gesto de generosidad, el pastor solicita que a los encerrados se les lance comida desde un avión para que no pasen hambre. Y el siguiente paso, muy magnánimo él, es dejarles morir. En un desconocimiento absoluto, el pastor dice que con el paso de los años, y con la muerte de los concentrados, ya no se podrán reproducir… El tipo éste debe pensar que los gays hemos salido de la nada, olvidando que provenimos de familias a las que él considera “normales”, compuestas por un padre y una madre heterosexuales, y que no hemos nacido por generación espontánea.
Palabras increíbles y nauseabundas que han provocado la reacción de miles de ciudadanos en las redes sociales, y en la vida real. Una organización que lucha contra la incitación al odio ha organizado una manifestación el domingo ante la iglesia del pastor, con un lema muy claro: “Hay que llenar la calle de la iglesia de gente con sentido común que diga al mundo que el odio no es bienvenido en nuestra comunidad”. Esperemos que la convocatoria tenga éxito, y las palabras del pastor queden reducidas a la mínima expresión en un mar de voces contra la intolerancia, la barbarie y la desigualdad.
Vía l La Vanguardia
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