La música se convirtió en la puerta de entrada de las grandes marcas de indumentaria en el público masivo.
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Madonna para Dolce & Gabbana |
A lo largo de la historia, la moda fue vistiendo, bajo su concepto de vanguardia, a los diferentes ámbitos que construyen el mundo actual. Con la música, este vínculo se reforzó allá por los setenta cuando un inédito David Bowie trocaba su persona en el icono del brillo, el glamour y la androginia. En la actualidad, músicos de la talla de Lady Gaga, Beyoncé, Prince, Madonna y los nacionales Miranda!, Catupecu Machu, Emanuel Horvilleur y Dante Spinetta, entre muchos otros, hacen un culto de la prenda en su punto más estético.
“Un buen vestuario ayuda a apoyar visualmente a la idea general. Y en casos, ayuda a que el artista se comunique más profundamente. En la historia del movimiento y sus distintas vertientes, la moda demostró que el público no sólo quiere identificarse ideológica y musicalmente, sino estéticamente. Y muchas veces la estética funciona como un vínculo para llegar a otros contenidos. Es decir, ahí arriba la moda pasa a llamarse estilo, mientras más personal, mejor”, argumenta la fashionista Silvana Moreno, quien en el marco del Fashion Buenos Aires, mostró hace ya unos años, su documental Glitter, jeans, borcegos, vinilo… el rock en el espejo. Concepto que no por tener algún tiempo, perdió vigencia, mucho menos cuando del buen o mal vestir, se regenera una moda.
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Lady Gaga con su atuendo de carne. |
La relación entre la moda y música pudo haber comenzado con la revolución Presley o con la manía Beatle, pero sin dudas, fue con el personaje que David Bowie bautizó como Ziggy Stardust, que se profundizó. Y de ahí en más, la búsqueda por encontrar en cada prenda la ideología exacta fue constante. Sólo unos pocos la encontraron desde el principio y la profesaron al mundo: Robert Smith, Björk, Prince y Marilyn Manson. Otros, como Madonna, Michael Jackson y Kylie Minogue, tardaron un poco más en alcanzarlo. Hoy, a una celebridad rockera y multiventas de carácter mundial, le sigue un diseñador de lujo, con etiquetas que rondan las seis cifras. Lujo chic por un lado; sexo, drogas y melodía por el otro.
Telas ceñidas, colores y mucho brillo rigen las normas del Glam. Todo lo contrario para el Dark, que bajo la influencia de Depeche Mode o The Cure, viste un disciplinado luto, pelos encerados y accesorios de los más oscuros, si es de cuero mejor. Por su parte, el costado punk es con crestas, jeans ajustados y mucho metal. Para terminar, un look que surgió en los noventa, fue el de camisas escocesas con remeras lisas debajo y zapatillas de lona, que el gran Kurt Cobain supo llevar hasta su inesperado final.
Del otro hemisferio, dentro de la escena pop, Ricky Martin no hace sus shows si no es bajo la rigurosa prolijidad Armani o Cavalli; mientras que la ex princesita Britney Spears tuvo su época de pantalones y remeras Kosiuko; aunque sin dudas, todas las miradas en la actualidad se las lleva Lady Gaga, quien hace de cada presentación, entrega de premios o presencia, un sinfín de ecos y seguidores. Su look de carne cruda, solo hizo revuelo en la opinión pública, ya que ni hasta su más devoto fan, podría imitar semejante look. Bajo un estilo tan propio que aún cuesta definirlo, su encanto, además de sus pegadizos ritmos y certeras canciones, es por su estilo vintage progresivo maníaco. Por el lado de los Bubles, Luis Miguel y Cristian Castro, son trajes de primeras marcas los que diseñan sus vestuarios. La excepción a la regla es Enrique Iglesias, quien se vanagloria de usar remeras de diez o quince dólares compradas en ferias barriales de Miami.
La calidad musical importa, pero el vestir de una determinada forma seduce y llega más al fanático. Esta histérica interdependencia es utilizada también por los diseñadores que inducen al cantante a posar para su marca. Al ya conocido y vigente enlace entre Beyoncé y la firma americana de cosméticos Maybelline, se le suma Lenny Kravitz posando para la tienda Gap y a Bowie y esposa en la campaña de Tommy Hilfiger. Pero si bajamos un poco más al sur, en el meridiano que serpentea a Buenos Aires, podremos observar en innumerables afiches y paginas de revistas, el luminoso afiche de Key Biscayne, que tiene como protagonista a nuestro querido y revitalizado Charly Garcia con Nicolás Cuneo de escudero, luciendo sendos trajes color pastel. En este caso, sería: “Sexo, Indumentaria Made In Orqueta y Rock and Roll”.
Pero esto no es sólo cuestión de tiendas y afiches que promuevan venta de discos y tickets para conciertos. Para las bellas Kylie Minogue, Jennifer Lopez y Gwen Stefani fue más importante aparecer en la portada de Vogue que cualquier premio recibido por cualquiera de sus canciones. Saben que eso les puede dar más beneficios si alguna marca de cosméticos se apropia de sus bellos, eternos y seductores rostros.
Volviendo a nuestro país, donde esta unión comienza a ser decisiva a la hora de editar un nuevo material, Claudio Divella, prestigioso fotógrafo de moda, es cada vez más requerido por los artistas para el armado de las fotos. Y diseñadores como Brandazza De Adúriz, Martín Churba, Veronica de la Canal y Mariano Toledo, entre tantos más, son de los más buscados por la nueva ola de músicos vanidosos. Por estas épocas, no existe show de los Babasónicos, Miranda!, Catupecu Machu o Adicta en los que no haya un grupo de diseñadores detrás. Si no recordar el Episodios Sinfónicos que el ex Soda, Gustavo Cerati, dio en el teatro Colón vistiendo un exquisito sobretodo de Pablo Ramírez.
Sea estilo glam, punk, funky, pop o rock, no cabe duda que todo está minuciosamente pensado y estudiado con antelación. Ninguna remera por más rotosa que esté, está librada al azar. Para que el fanático se sienta más cómodo y cerca de su ídolo; y para que el que no lo sea, empiece a serlo.
Por Mariano Casas Di Nardo – (ConexiónBrando)
Queens & Kings