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domingo, 17 de junio de 2012

Adictos al sexo

La primera vez que oímos hablar de “adicción al sexo” fue cuando se rumoreó que Michael Douglas se había internado para su tratamiento, allá por el año 1992, después de haber filmado “Bajos instintos” (“Basic Instinct”).
Ignoramos si el pobre Michael se recuperó, pero lo cierto es que corrió mucha agua bajo el puente hasta que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) considerara, en 2010, la inclusión de este tema en su Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés). Aún así, la adicción al sexo (también llamada “desorden hipersexual”) sigue siendo objeto de un gran debate, en el que todavía no queda muy claro dónde está la línea entre la cordura y la enfermedad.
La APA define la adicción al sexo como la recurrencia e intensidad de fantasías, impulsos y comportamientos sexuales (para más información, ver detalle de síntomas). ¿Pero de qué recurrencia e intensidad estamos hablando? Incluso la misma institución recomienda para estudios posteriores la consideración de las adicciones sexuales masculinas como un desorden. ¿Entonces?
¿Y qué sucede con los hombres gays? ¿Cómo se manifiesta en nosotros este tipo de adicciones? Estas preguntas han guiado la escritura de un nuevo libro sobre el tema, titulado “Cruise Control: Understanding Sex Addiction in Gay Men”. Vale aclarar que “Cruise Control” no se refiere a dominar a Tom Cruise (que más de uno quisiera…), y que su autor, el doctor Robert Weiss (experto en adicciones sexuales y director del Instituto de Recuperación Sexual, en Los Ángeles), expresa de antemano que su intención no es patologizar el sexo gay.
Yendo al tema, en general, las adicciones sexuales suelen dejar un mix de sensaciones como soledad, vergüenza, desconexión  y aislamiento, todo lo cual viene a ser exactamente lo contrario de lo que se espera de una práctica sexual saludable. Al respecto, el doctor Weiss separa la paja del trigo, aclarando que “todos podemos asociar malas experiencias con encuentros sexuales, pero la diferencia es que los adictos toman riesgos permanentemente y, en tanto más riesgos se tomen, mayor es la probabilidad de sufrir consecuencias negativas, vinculadas, además, con un determinado comportamiento sexual”.
Por citar un ejemplo, Weiss se refiere al uso cada vez más extendido entre los hombres gays de la metanfetamina, “crystal meth” o “Tina”, producto altamente adictivo que puede acelerar o incluso provocar un comportamiento sexual compulsivo, arriesgándose además a contraer VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Weiss concluye que el hombre gay de las grandes ciudades es mucho más vulnerable a la adicción sexual que sus pares heterosexuales, en tanto mayores son las libertades de su cultura sexual. En algún sentido los hombres gays urbanos son, dice Weiss, “prisioneros de sus propias libertades”.
Y vos, ¿cómo identificás tu comportamiento sexual?
Queens & Kings