En esa oficina asumió recientemente Gustavo Díaz Fernández, vinculado con el grupo Crisálida, en tanto que otra asociación de lesbianas denominada Cruzadas -junto a un amplio arco de organizaciones civiles- se oponen al funcionario.
La polémica ya llegó hasta los niveles nacionales. El diario Página 12 el viernes último publicó una extensa nota -desde la óptica de Cruzadas- sobre la situación de las lesbianas en Tucumán, activando aún más la polémica.
El grupo Les Warmi de Mujeres Lesbianas y Bisexuales de Tucumán por los Derechos Humanos, que apoya a Crisálida, hizo llegar a la web Contexto la siguiente Carta Abierta sobre la cuestión:
Queremos compartir con la comunidad la gran tristeza que nos produce leer articulos como el que salió en Página 12 llamado “La otra cara de la luna tucumana”.
Desde 2008 Les Warmi viene trabajando en Tucumán, y nuestro trabajo es conocido, especialmente por Mariana Rodriguez Fuentes, que aparece como entrevistada. Pero además de este ninguneo, existen muchas mentiras en ese artículo.
En marzo de 2009 Mariana Rodriguez Fuentes fue convocada a unirse a un grupo que ya existía en la Biblioteca Popular Crisálida. La conocimos porque era periodista de Contrapunto y fue a entrevistar el espacio emergente de Crisálida, a quienes desde Les Warmi estábamos (y estamos) apoyando.
Así, la invitamos a un grupo de estudios sobre visibilidad lésbica que apoyamos desde Les Warmi y que continúa al dia de hoy reuniéndose regularmente los martes. Mariana, que viajaba constantemente a Buenos Aires, porque su pareja residia ahi, aceptó la invitación en abril, se acercó y empezó a participar del espacio.
Las reuniones en Crisálida llegaron a extenderse por más de seis meses, participando incluso en el festejo de la obtención de la personeria juridica de la Biblioteca en setiembre de 2009.
Incluso el nombre de Cruzadas se decidió en el grupo que se reunía en Crisálida.
Queremos creer que Rodriguez Fuentes tiene amnesia. Incluso en esa épóca se pidió un financiamiento a Mujeres del Sur para realizar unos talleres destinados a nuestra comunidad, el cual nunca pudo aplicarse.
Durante las semanas previas al encuentro nacional de mujeres en Tucumán, Mariana Rodriguez Fuentes dijo recibir amenazas y asi metió miedo en las chicas que iban al espacio. Luego nos enteramos de que las empezó a citar en otros lugares, estigmatizando nuestro trabajo, el de Crisálida, sus integrantes, y otros espacios.
Desconocemos las razones que llevan a que Mariana Rodriguez Fuentes de Cruzadas mienta de esta forma, pero es evidente que están construyendo un relato ficticio para tapar vaya una a saber que… o para mostrar, vaya una a saber que…
En el encuentro en Córdoba vivimos con decepción la agresión a otras ONGs en una carta que ni siquiera se animaron a leer en persona, dando la cara. ¿por qué esa dinámica de estigmatizar a gente y espacios de nuestra comunidad?
Lamentamos que Paula Jiménez no haya chequeado la información y publique que no existia un grupo de lesbianas en Tucumán, cuando nosotras estamos desde el 2008 peleandola y con proyectos muy visibles.
Insistimos, Cruzadas nace de las reuniones en un grupo que nosotras impulsamos en la biblioteca Crisálida.
Más curioso es que Cruzadas militaban en contra del aborto, y bastaba leer su grupo en Facebook para ver que la mayoría provenía de una formación ultra católica. ¿Por qué quieren ocultar su origen y sus ideas?
Hay mucha información falaz en ese articulo. Por ejemplo, la Primera Marcha del Orgullo LGBT en Tucumán se hizo en 2011, y la movilizaciones del 2010 la convocamos desde la Multisectorial, y Cruzadas no participó. Tampoco participaron de la campaña a favor del matrimonio igualitario en nuestra provincia y mucho menos de la ley de identidad de género.
Hacen mucho mal estos relatos mentirosos, en donde se inventan fechas, acciones y hasta se adjudican logros que no se batallaron. Nos queda la duda sobre qué estará buscando Mariana Rodriguez Fuentes que necesita reescribir un relato de una militancia que nunca tuvo….
Este fue el artículo publicado por Página 12 el último viernes:
La otra cara de la luna tucumana
Por Paula Jiménez
A Mariana le brillan los ojitos al recordar cómo empezó todo. Ellas, que todavía estaban debatiéndose entre visibilizarse o no, de pronto, se encontraron en medio de la avenida Sarmiento cantando a los gritos con Les minas el tema “La arañita de Martita”.
La calle estaba cortada y había lesbianas por todas partes, dice, un sueño sáfico que parecía imposible de cumplirse en una provincia como Tucumán, tan católica. Fue en el año 2009, durante el Encuentro Nacional de Mujeres. La mayor parte de las tucumanas estaba segura, cuenta Mariana Rodríguez Fuentes, de que las chicas que marcharían ese día pertenecían a un perverso grupo de lesbianas abortistas recién llegadas al Jardín de la República para incendiar sus iglesias.
Por ese entonces, ellas, que eran más jóvenes aún —tenían todas de 20 a 22 años—, no terminaban de animarse a enfrentar semejante enemigo. Unos meses antes habían comenzado a reunirse para charlar sobre sus cuitas personales y sus placeres, para vomitar todo lo que tenían atragantado, para crear de una vez por todas un cuarto propio.
Hasta el momento no existía en la ciudad de la independencia una sola agrupación exclusiva de lesbianas dedicadas a activar públicamente, y ellas se convirtieron en la primera. Muchas son estudiantes de filosofía y letras y cuando se autoconvocaron fue vía web y sin conocerse demasiado. Por pertenecer todas al ámbito académico o compartir afinidades intelectuales, sus reuniones estuvieron signadas, desde el principio, por la lectura de textos lesbofeministas que influyeron de modo fundamental a la hora de definirse.
Lo que decidieron fue presentarse ante el mundo como lesbianas y desplazar el mote de bisexuales por considerar que -aunque muchas de ellas pudieran identificarse con él- se corría el serio riesgo de parecer que aún tenían pruritos para salir del armario hétero. Al tiempo, la bolilla de que este grupo estaba empezando a funcionar empezó a correr y durante la organización del Encuentro Nacional de Mujeres se les propuso armar una carpa lésbica. Había que dar la cara, dice Mariana, y en ese momento se dieron cuenta de que su principal necesidad era, precisamente, ésa. Claro que todavía había miedos y por eso se la pasaban gran parte del tiempo carpita adentro, como en un búnker.
Pero el día de la marcha el desafío de visibilidad se les hizo insoslayable. Y aunque muchas se resistían, otras no y las que no, fueron cruzando una a una el límite de la carpa y visibilizándose ante los ojos de un Tucumán azorado. Un Tucumán que, según dice Mariana, ha heredado de los años del bussismo su torturante conservadurismo y su represión moralista.
Un Tucumán que hasta nuestros días sigue echando a su clientela GLTTB de los bares si hay besos de por medio. Un Tucumán donde la ginecología pública y privada ignora casi completamente la existencia del campo de látex (el relevamiento de datos es de las chicas de Cruzadas, que se dedicaron a recorrer consultorios y a preguntar a lxs médicxs con qué, como lesbianas, podían cuidarse). Un Tucumán que se santigua con devoción y le reserva, de puro misericordioso, boliches y bares de puertas cerradas a la comunidad GLTTB.
Nunca una calle, claro. Bueno: nunca no. En el 2010 fue la primera Marcha del Orgullo y, además, las generaciones más jóvenes han sabido aprovechar desde ese tiempo la volada de la ley de matrimonio igualitario y a hacerse visibles para escándalo de las buenas conciencias. Cruzadas, por su parte, también se ha ido montando a este empujón que dio la ley y sacándoles frutos a la coyuntura a través de las mateadas en lugares públicos, los ciclos de cine y las fiestas hipermultitudinarias que convocan alrededor de 1500 personas. Todas dispuestas a bailar, a reírse, a celebrar una vida que, de a poco y como se puede, va dejando atrás los peores años.
Contexto/ Queens & Kings