Actualmente el 20 por ciento de los casos de anorexia se producen en hombres, y el 18 por ciento de ellos son gays. Los datos fueron publicados recientemente por la revista GQ, sobre la base de información suministrada por el Centro de Desórdenes Alimenticios de Cleveland (Estados Unidos). Los números cobran mayor impacto, si tenemos presente que hace una década atrás la anorexia afectaba a tan solo el 5 por ciento de la población de hombres.
Las estadísticas corresponden a la situación de esta enfermedad en Norteamérica que, pese a estos estudios, puede llegar a ser más grave: según una investigación canadiense los hombres afectados llegarían incluso al 30 por ciento. No obstante, independientemente de la geografía, la anorexia en hombres (o manorexia) ha crecido a ritmo preocupante, en todo el mundo. ¿Por qué?
Las razones de este incremento no son muy claras, pero ciertamente pueden estar relacionadas con el modelo de belleza que en las últimas décadas se ha impuesto en los medios: cuerpo delgado y musculoso. Para muchos hombres este ideal se ha convertido en el equivalente del fetiche de los senos más grandes en las mujeres, detrás de lo cual se esconde un profundo deseo de aceptación social, amor y felicidad.
Otro factor que definitivamente contribuye con la propagación de la manorexia es su estigma de enfermedad “femenina”, que hace que las víctimas masculinas pospongan su visita el médico y que, a su vez, muchos médicos no reconozcan los primeros síntomas. “No es lo que un médico de atención primaria tendrá en cuenta en una primera revisación”, confirma Mark Warren, fundador del Centro de Trastornos Alimenticios de Cleveland.
Lo que no podés ignorar de la manorexia
La anorexia masculina o manorexia tiende a ajustarse a una personalidad ansiosa, obsesiva, perseverante y perfeccionista. Se trata por lo general de individuos desesperados por complacer e hipersensibles al rechazo y la humillación. La enfermedad suele arraigarse en la adolescencia, como una forma de lidiar con la ansiedad social, sexual o académica. Mayor es el riesgo todavía, si ese adolescente tenía sobrepeso en la escuela primaria y se burlaban de él, si en su familia existen antecedentes de obesidad o trastornos alimenticios, si practica un deporte que hace hincapié en el control de la velocidad o el peso (lucha libre, carreras de distancia o ciclismo), o si es gay (el 18% de los hombres anoréxicos lo son).
La anorexia tiene el mayor índice de mortalidad entre las enfermedades mentales: entre el 5 y el 10 por ciento. La mitad de las muertes son por suicidio, en tanto que la otra mitad se deben a complicaciones médicas. La enfermedad dura una media de ocho años en los hombres, un tercio más que en las mujeres, probablemente porque los hombres esperan más tiempo para buscar tratamiento. El 20 por ciento de los anoréxicos recuperados mueren antes de alcanzar su esperanza de vida.
La enfermedad es muy difícil de tratar porque conlleva muchas y variadas consecuencias negativas para el organismo. Sin potasio, los músculos del corazón se debilitan y desarrollan alteraciones rítmicas que pueden ser fatales, particularmente si el paciente es un fanático del ejercicio. Los huesos privados de calcio pierden su densidad, con serio riesgo de osteoporosis. La enfermedad también puede causar daño cognitivo irreversible: los cerebros de los anoréxicos graves a menudo no se distinguen de las resonancias magnéticas de los pacientes con Alzheimer.
Queens & Kings