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jueves, 17 de mayo de 2012

El desafío de ser médico y gay

Se trata de una problemática muy sensible, ya que una mala comunicación entre profesional y paciente puede derivar en un diagnóstico erróneo, o incluso en el abandono del paciente que necesita atención urgente.
Hoy, sin embargo, queremos contarte un caso “del otro lado”, es decir, de un profesional de la salud abiertamente gay, y su experiencia con el sistema educativo y de salud norteamericanos, a lo largo de dos décadas. Se trata del doctor en pediatría Mark Schuster (40), quien en junio de 2010, en una celebración del Hospital Infantil de Boston, brindóun emotivo discurso del que extraemos algunos episodios y pasajes.
Desde sus días de estudiante de medicina, el mejor consejo que Mark encontró entre profesores y tutores académicos fue el de mantener en secreto su sexualidad. De hecho, tuvo que asistir a un curso sobre “pacientes especiales” y “aprender” sobre prostitutas, homosexuales y drogadictos, así, todo junto y a un mismo nivel.
Estamos hablando de los primeros años de la década del noventa, cuando predominaba una gran ignorancia sobre la vida gay, en todos los ámbitos, disciplinas y generaciones. Un día Mark le comentó a una compañera de clases que estaba entusiasmado por una cita con un chico, y ella se sorprendió y le confesó que “siempre había pensado que ser gay significaba simplemente que los hombres tenían sexo con otros hombres, y nunca se le había ocurrido la idea de una cita romántica o de que podían enamorarse”.
Avanzado en su carrera, Mark integró el comité de admisión de nuevos estudiantes. Recuerda el caso de un solicitante que se destacó en cada categoría evaluada, por lo que él lo calificó con 10 sobre 10. Sin embargo, un doctor del comité lo sentenció con las peores notas, porque no se sentía “cómodo” con ese solicitante. La autoridad del doctor se impuso y el solicitante no ingresó. Mark ignora si el chico era o no gay, pero sí recuerda que era afeminado.
Cuando Mark comenzó a desempeñarse como médico continuó coleccionando episodios con diferentes grados de discriminación hacia personas LGBT. Durante una guardia, una joven mujer ingresó de emergencia con incontinencia urinaria y síntomas de hernia de disco. En un primer momento el equipo de cirugía estaba encantado con el caso, porque les brindaría aprendizaje y experiencia. Pero, súbitamente, el cirujano en jefe canceló la intervención, porque había visto en la mesa de luz de la habitación de la paciente una novela para lesbianas y concluyó que la mujer debió haberse metido algo en la uretra que le causara la incontinencia, sin más exámenes y sin conversar con ella. El equipo igualmente la operó con otro cirujano.
Las anécdotas de doctores y enfermeros, de ambos sexos, de cualquier edad, que evitaban atender a pacientes “sospechosos” abundan en el discurso de Mark. Una enfermera que se negaba a visitar en sus rondas a una nena con dos mamás y un médico que buscaba cualquier excusa para no entrar a la habitación de un enfermo de SIDA, son sólo dos ejemplos.
La visibilidad y honestidad que Mark ha intentado llevar adelante, le ha causado varios golpes, incluso de quienes menos lo esperaba. Cuando comunicó a su ex novio que participaría como entrevistado de un documental sobre derechos gays, el chico (un abogado) lo abandonó y le advirtió que si seguía empeñado en exponerse no conseguiría nunca una residencia médica.
Efectivamente, algo de eso se cumpliría años más tarde, cuando Mark buscaba aplicar para algún hospital pediátrico, su especialidad. Las recomendaciones iban viento en popa hasta que mencionaba que era gay o estaba en pareja con otro hombre. Finalmente, encontraría el respaldo adecuado en autoridades que valoraron su aptitud profesional, pero no fue fácil.
Con el apoyo de su nuevo novio Jeff, hoy su esposo, comenzaron a asistir juntos, como pareja, a los eventos sociales que organizaban los hospitales en los que trabajaba. “Era como si yo fuera la primera persona en aparecerse con una pareja del mismo sexo”, recuerda.  Cuando Mark avanzó en su carrera, se le presentó la oportunidad de aplicar para otra institución. En ese momento Mark preguntó por ciertos beneficios para su pareja Jeff, los mismos de las parejas heterosexuales. Le respondieron que no estaban contemplados, pero que en su caso harían una excepción.  Mark agradeció el gesto pero rechazó la posición, explicando que no se sentía cómodo siendo una excepción.  A la semana siguiente, la institución le informó que para el año entrante extendería a las parejas del mismo sexo los mismos beneficios de las heterosexuales.
Hoy en día, la mayoría de las instituciones no hacen excepciones entre las parejas de sus médicos, ya sean heterosexuales o gays. Actualmente, Mark se encuentra trabajando en el mismo hospital que hiciera su residencia y no deja de sorprenderse por estos cambios. La institución le ha brindado a su familia (Jeff y dos hijos) el mismo trato que a cualquier familia heterosexual. Además, los nuevos residentes gays ya no ocultan a sus parejas y el comité de aplicación ya no los rechaza por su condición sexual.
Sin embargo, aún resta mucho por trabajar, en cuanto a la integración de médicos y pacientes LGBT. Mark forma parte de un comité sobre temas de salud LGBT y advierte cómo el testimonio público se ha movilizado. Pero de los casos que analiza, surge que aún hoy mucha gente de nuestra comunidad se siente abandonada por el sistema de salud y muchos médicos gays experimentan cierta alienación frente a las autoridades a las que reportan.
sentidog/ Queens & Kings